“La pandemia de COVID-19 ha provocado una crisis de salud mental en nuestra Región a una escala nunca antes vista. Se trata de una tormenta perfecta en todos los países, ya que vemos necesidades cada vez mayores y recursos cada vez menores para abordarlas. Es urgente que el apoyo a la salud mental se considere un componente fundamental de la respuesta a la pandemia”, así lo expresó Carissa F. Etienne, Directora de la Organización Panamericana de la Salud.
En conferencia de prensa desde Washington, Estados Unidos, la titular de la OPS dijo que el COVID-19 no solo está afectando nuestra salud, sino también nuestro bienestar, “porque nos ha llevado a situaciones extremas extraordinarias y en los últimos meses hemos sentido miedo a la infección o ansiedad si estamos enfermos; dolor porque nuestros seres queridos que han sucumbido al virus; incertidumbre sobre el futuro, ya que el trabajo y la vida como la conocíamos se ven amenazados; agobio por las noticias y la falta de información; soledad o aislamiento tras semanas o incluso meses de distanciamiento social”.
Comentó que “aunque es posible que estemos haciendo frente a este estrés de distintas maneras, todos estamos sufriendo, especialmente quienes están afectados por trastornos de salud mental preexistentes”.
Por ello, dijo a los gobiernos del Continente que “es urgente que el apoyo a la salud mental se considere un componente fundamental de la respuesta a la pandemia” ya que “la salud mental es una epidemia silenciosa que afecta a la Región de las Américas desde mucho antes de la COVID-19”.
“En nuestra Región, la depresión y la ansiedad son dos de las principales causas de discapacidad. También registramos el segundo nivel más alto de consumo de alcohol en el mundo. Y las emergencias pueden empeorar estos trastornos”.
“Las encuestas de los tres países de nuestra Región más afectados por la COVID-19 (Estados Unidos, Brasil y México) muestran que aproximadamente la mitad de los adultos están estresados por la pandemia”.
“Y los datos iniciales muestran que muchos están recurriendo a las drogas y el alcohol para hacer frente a la situación, lo que puede exacerbar los problemas de salud mental y hacer que las personas sean más propensas a tenerlos”.
“A pesar del aumento de las necesidades durante estos tiempos difíciles, el apoyo de salud mental puede estar cada vez más fuera del alcance por las restricciones al desplazamiento o porque el ya escaso personal de salud mental y presupuesto asignado a estos temas ha sido reasignado a la respuesta a la COVID-19. Esto es especialmente preocupante para los pacientes afectados por la COVID-19 y sus cuidadores”, destacó en su mensaje.
“Los pacientes que dieron positivo para la COVID-19 no solo tienen síntomas físicos, muchos también presentan insomnio, confusión o incluso depresión. Muchas personas están gravemente enfermas, otras están comprensiblemente preocupadas por su vida”.
Añadió que las investigaciones iniciales indican que hasta un tercio de los pacientes que se están recuperando de la COVID-19 pueden tener cambios duraderos en su estado de ánimo y sufrir ansiedad o depresión.
“Los médicos, las enfermeras y los trabajadores de salud están trabajando más horas que nunca. Muchos están arriesgando su vida dado que los hospitales están teniendo problemas para tener suficiente EPP, mientras que otros se ven obligados a tomar decisiones sin precedentes debido a la escasez de ventiladores y camas de hospital. Luego de meses de operar en modo de crisis, nuestros profesionales de la salud están sufriendo agotamiento, ansiedad y depresión”.
“Es importante señalar que estos factores de estrés también están contribuyendo con un problema relacionado que requiere atención urgente: el aumento de la violencia doméstica”.
“En toda nuestra Región, más de un tercio de las mujeres han sufrido violencia de pareja en algún momento de su vida, y al menos 1 de cada 2 niñas o niños ha sufrido violencia en el último año y antes de que comenzara la pandemia. Los grupos marginados como las poblaciones indígenas y afrodescendientes, las mujeres y los niños y niñas migrantes y refugiados, y las personas con discapacidad enfrentan un mayor riesgo de violencia”.
“Las medidas en curso para quedarse en casa, junto con el impacto social y económico de este virus, están aumentando el riesgo de violencia doméstica: el hogar no es un lugar seguro para muchos”, aseveró.
“Por ejemplo, en Argentina, las llamadas a la línea de ayuda familiar se incrementaron en un tercio, y en Colombia, las llamadas sobre violencia familiar a una línea de ayuda se multiplicaron al comienzo de la pandemia. Mientras tanto, en México, las llamadas de urgencia por incidentes de violencia contra las mujeres aumentaron en más del 50% en el primer trimestre en comparación con el año pasado”.
“Es probable que se subestime el alcance real de la violencia doméstica durante la COVID-19, ya que las personas sobrevivientes están atrapadas en casa y los servicios de apoyo y extensión están interrumpidos. Dada la reducción del contacto con amigos y familiares y los obstáculos para acceder a servicios y refugios, estamos dejando a las personas sobrevivientes sin un lugar adonde acudir”.
“Los costos de la violencia son extraordinariamente altos, por lo que no se puede suspender el apoyo a las personas sobrevivientes”.
“En medio de esta sombría realidad, estamos viendo a los líderes mundiales, los miembros de la comunidad y las familias hablar abiertamente sobre estos problemas. Los servicios de salud mental y violencia doméstica son esenciales y debemos enfocarnos en abordar las brechas que la pandemia ha dejado al descubierto”.
“Hoy, pido a los países que tomen las medidas necesarias para garantizar que todos reciban la atención que necesitan y merecen. 1) En primer lugar, los países deben expandir los servicios de salud mental e invertir en ellos”.
“Necesitamos que los gobiernos prioricen la salud mental como parte de la respuesta a la pandemia. Al mismo tiempo, los países deben hacer la inversión necesaria para expandir los servicios y contratar y capacitar al personal adicional. Una de las formas más efectivas y eficientes de hacer esto es integrar la salud mental y el apoyo psicosocial en los sistemas de atención primaria de salud de manera que sean fácilmente accesibles para quienes más los necesitan. La OPS ha estado ayudando a los países a aumentar su capacidad para brindar apoyo de salud mental a nivel comunitario durante la pandemia de COVID-19”.
“2) Un segundo paso crítico es actuar de manera innovadora. Esta pandemia ha trastocado el status quo, por lo que es crucial que los sistemas de salud brinden apoyo de nuevas formas. Casi todos los países de nuestra Región han ampliado sus líneas de ayuda de salud mental para que quienes lo necesiten puedan hablar con una persona capacitada y tener acceso a la atención evitando a la vez el riesgo de COVID-19”.
“3) Y finalmente, debemos trabajar para terminar con el estigma que rodea a la salud mental. Todas las personas que necesitan apoyo de salud mental deben sentirse cómodas pidiendo ayuda. Nadie debería sufrir solo y sin apoyo profesional, especialmente ahora”, asentó.
“Los servicios de salud mental son fundamentales en nuestra respuesta a la COVID-19 y, en última instancia, para nuestro proceso de reconstrucción.
Necesitamos redoblar nuestros esfuerzos para que las personas que tienen problemas de salud mental reciban los recursos y el apoyo que necesitan.
Esta pandemia nos recuerda, como nunca antes, que la salud mental es fundamental para el bienestar de las personas y las sociedades”, concluyó.
Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fundhttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund