Mientras algunas niñas y niños veracruzanos pasaron su primera semana de clases felices, conectados a redes WiFi, experimentando con nuevas plataformas digitales o estrenando computadoras, otros han padecido la crisis económica que generó en sus familias la pandemia del COVID-19.
Para algunas familias, el dilema era qué marca o qué color de teléfono móvil o computadora podrían comprar “online” para que las “bendiciones” tomaran clases en casa. Sin embargo, para otros veracruzanos el camino era uno solo: seguir trabajando, en jornadas extenuantes, para llevar de comer a sus hijos.
La señora Abigal, con una hija en 5º grado, de la Escuela Primaria “Manuel R. Gutiérrez”, de la ciudad de Xalapa, comenta que esta primera semana de clases ha sido muy cansada, porque ella tiene que trabajar al lado de su esposo, para mantener a sus tres hijos, llegar por la tarde a revisar la tarea de su hija y además realizar las labores del hogar.
Por ello, ha tenido que promover la independencia de su pequeña hija, para que sea ella quien tome las riendas de su educación. “Yo qué más quisiera, pero salgo de la casa a las 5.30 de la mañana para vender frutas y verduras y regreso a las 14 horas para preparar de comer, revisar las tareas y hacer los quehaceres domésticos”, indica.
“Ahorita con esta situación hay que buscarle. La crisis está muy difícil. La gente compra poco, el dinero no alcanza. Mi hija se tiene que quedar en casa, despertarse a las 7, empezar sus clases a las 7.30 y cumplir con todas las tareas y actividades que le encargan, las cuales yo puedo revisar hasta la tarde”, indica.
Con un solo teléfono móvil, el cual quedó bloqueado por una contraseña, la señora Abigail se enfrentó en la semana previa al inicio de clases con que su hija no iba a tener la manera de seguir el programa escolar.
“Se me complicó un poco. Como bajaron las ventas no podía comprarle otro teléfono ni invertir para que lo desbloquearan. O te doy de comer a ti y a tus hermanos o desbloqueo el teléfono, le dije. Afortunadamente un compañerito de mi hija nos prestó un teléfono y por eso es que ya pudo iniciar, tomar las clases y hacer las tareas”, comenta.
La primera semana, añade, ha sido estresante. “Tengo que llegar, correr, atender a otros dos chiquitos que tengo. No puedo estar cerca de ella. Hasta que llego le reviso, las copias, las tareas y además siempre uno tiene mucho quehacer en casa”.
“Es un relajo, la verdad. Luego se llega el viernes, repartiendo las tareas a diferentes maestros. Es un caos hacer todo esto”, refiere.
Comenta que aunque a su pequeña hija se le complicó la primera semana, pararse temprano, hacer la rutina, poco a poco ha ido tomando el ritmo y ya va para adelante.
“Yo le dije muy claro. Yo no puedo ayudarte. Mi obligación es mantenerte y tu obligación es la escuela, así que tenemos que aplicarnos todos, tú, tu papá y yo”, cuenta.
—¿Esta experiencia la está obligando a hacerse más responsable?
“Sí, más responsable e independiente. Así tiene que ser. Como papás no sabemos qué nos puede pasar. Ellos tienen que empezar a valerse por sí mismos. Tienes que hacerlo, porque no te voy a vivir toda la vida, le dice. Y así, se aplica y hace las cosas que tiene que hacer”.
La situación familiar se complicó, porque Abigail y su esposo tenían un puesto de frutas de temporada y golosinas en el Parque de Los Berros. Sin embargo, cuando inició la pandemia del COVID-19, las autoridades cerraron el parque y todos los comercios.
“Al cerrar ese puesto tuvimos que pensar en otro trabajo, en otra actividad y como somos comerciantes pues tuvimos que ponernos a trabajar en la venta de frutas y verduras en la calle”, indica.
Ahora, en tanto abren el parque de Los Berros, Abigail y su esposo tienen que seguir trabajando para llevar el sustento a sus hijos y vigilar que la pequeña de 5º año de primaria cumpla el programa Aprende en casa y no se retrase en sus estudios.
Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fundhttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund