Grandes padres, amorosos, empáticos, entregados, disciplinados, responsables, luchadores sociales pero sobre todo humanos, con amor por la vida y por su profesión, siempre buscando que el sistema de salud llegara a quien más lo necesitaba, así recuerdan sus hijos a María Francisca Herrera Chiquito, Paquita, como le decían con cariño y a Víctor Rivera Uribe, quien tuvo la oportunidad de dejar de laborar durante la pandemia debido a su edad pero decidió continuar brindando su apoyo dentro del nosocomio.

Trabajadores del Centro de Alta Especialidad “Dr. Rafael Lucio” y activistas incansables, ambos dedicaron su vida a la salud de los veracruzanos, la cual no sólo desgastaron, sino que lamentablemente la perdieron también a causa del COVID-19.

Nayeli Rivera Herrera, hija de Paquita y Víctor, heredó el gusto por el área de la salud y dedica su vida a esta bella profesión igual que sus padres. Por otra parte, Francisco Rivera Herrera, hijo también de los finados, relata cómo sus padres fueron grandes pilares en su vida, dedicados y entregados siempre a su labor que sacaron adelante con dificultades y desvelos a la hora de estudiar.

“Durante toda su vida mis papás fueron personas que tomaron muy en serio su trabajo; estudiaron con mucho esfuerzo; mi papá fue obrero para pagarse la carrera de Medicina y mi mamá era hija de un campesino que padeció mucho para que pudiera estudiar enfermería”.

Luchadores incansables por la salud de los veracruzanos

Con tristeza, pero con gran orgullo, los hijos relatan cómo sus padres dedicaron toda su vida a la salud de los veracruzanos. Víctor trabajó 35 años en el sector salud, de los cuales 15 fue subdirector del Centro de Alta Especialidad “Dr. Rafael Lucio” y María Francisca fue reconocida a nivel nacional por un proyecto que presentó para la salud de las mujeres embarazadas “Un arranque parejo en la vida”, siendo la única mujer que le dio un premio a nivel nacional al CAE.

“Ambos vivieron la precariedad dentro de sus familias, el no tener un servicio de salud a tiempo; ambos perdieron hermanos por no tener un centro de salud cercano y oportuno. Mi mamá no fue diagnosticada a tiempo con un problema que inició desde los 9 años y que le atendieron hasta los 15; algo que pudo haberse resuelto a tiempo, se convirtió en un problema de salud para el resto de su vida”, cuenta Nayeli con entereza.

Por otro lado, nos cuenta que Víctor se especializó en salud mental, forjando su carrera en el Hospital Psiquiátrico ahora, Instituto de Salud Mental, comenzando su carrera en el Hospital Psiquiátrico de Orizaba, para luego trasladarse a Xalapa.

Menciona que fue de los médicos pioneros en hablar sobre salud mental en el Estado de Veracruz, “era un tema del que no se hablaba, habiendo muy pocos especialistas en ese entonces él fue de los primeros en traer el empuje de la psiquiatría”.

“Con 60 años cumplidos en septiembre del 2019, cuando comenzó la pandemia en 2020 por la edad le dieron la opción de retirarse, de resguardarse, pero él se negó porque su filosofía era ─y así lo decía─: ¿de qué sirve un médico en casa que no ayuda y más cuando más se necesita?  Así que no podía dejar solo el hospital sabiendo que tenía que hacer algo. Pudo irse a su casa y recibir su sueldo íntegro por 5 meses pero decidió permanecer y no faltar a ninguna guardia, con el estrés de que cada vez llegaban mes pacientes”.

“Además, como experto en salud mental ayudó a muchas personas que llegaron al hospital con crisis nerviosas pensando que tenían COVID-19. Él podía ayudarlas a identificar cuando era la enfermedad o cuando no lo era, por la experiencia que tenía en la materia”, asevera.

Paquita, como la llamaban todos aquellos que sentían gran aprecio por ella, era enfermera de profesión, Maestra en Ciencias de la Enfermería y en Administración en Servicios de Salud con múltiples diplomas, entre ellos, Educación Perinatal y Educación en Lactancia Materna, docente de la Universidad Veracruzana, fundadora del Colegio de Enfermeros en el Estado de Veracruz.

“Experta en lactancia, encontró su causa en el área materno infantil. Su vocación era mejorar las condiciones para que las mujeres pudieran tener un mejor trato, tanto hospitalario como extra hospitalario; darles una educación respecto de su embarazo y en planificación familiar. En la lactancia encontró una forma de vincular perfectamente no solo en reducir las posibilidades de una muerte materna, de reducir las posibilidades de una muerte temprano en bebés, sino de abatir también los niveles de pobreza al ser la leche materna un alimento gratuito y de gran calidad, de empoderar a las mujeres a través de la lactancia”, expresa su hija.

También fue miembro fundador de la organización civil, “Lechita Corazón”, dedicada a difundir y transmitir información científica respecto al amamantamiento y encontrar políticas publicas enfatizadas en promover que las mamás tuvieran espacios adecuados, “no es porque fuera mi mamá, pero no se puede hablar de lactancia materna o de educación perinatal en Enfermería sin tenerla a ella como referente”, asienta.

“Mi mamá estando ya enferma, sintiéndose mal, dio una videoconferencia para una Universidad de Hidalgo, hablando de lactancia materna ¡imagínate!, de ese nivel de compromiso estamos hablando”, añadió Francisco.

“Ella luchó por no permitir la comercialización de fórmula en hospitales, cuando se dio cuenta que la leche materna traía múltiples beneficios a la salud desde la primera etapa de vida de un bebé.

“Nos contaba que se colaba a la biblioteca de la Universidad Veracruzana, de la Facultad de Medicina para leer, para tener argumentos científicos y entonces debatir con ginecólogos y pediatras”, cuenta Nayeli con la voz entrecortada. “Mi mamá encontró su misión, desde muy temprano ella supo a qué vino al mundo”, dice emocionada.

A pesar de que Paquita se jubiló desde hace cinco años debido a su salud, ella siempre siguió trabajando a través de la Fundación. Cuando inició la pandemia estaba preparando un Taller virtual sobre “Lactancia y COVID”.

“En ese momento empezaban las dudas de si voy a tener a mi bebé en medio de la pandemia ¿qué hago?, ¿lacto o no lacto?, ¿qué sucede si me da COVID y tengo un bebé?  Entonces estábamos informándonos adecuadamente para poder transmitirle a las personas la información necesaria, pero fue un proyecto que se quedó detenido totalmente”.

“En cuanto a mi papá, encontró en la salud mental una forma de complementar la salud. Desde muy temprano, en su formación como médico general encontró que muchas veces las enfermedades que se atendían o las personas que constantemente se enfermaban tenían un gran componente emocional y que si atendías la parte mental como (física) podías deducir que tal vez una persona hipertensa que está deprimida no se tomara sus medicamentos, no tuviera autocuidado y eso iba a hacer que recaiga y recaiga. Si atiendes la depresión es muy probable que esa persona tenga más cuidado y se haga más responsable de su salud. Él (mi padre) era una persona que le encantaba escuchar, nosotros estamos desbordados de lo mucho que sus pacientes lo querían”, recordó Nayeli.

Víctor tenía pacientes de hasta 37 años de antigüedad y sus hijos enfatizaron la habilidad de su padre para escuchar, su sensibilidad con los demás y su gran capacidad para detectar a través de la escucha qué era lo que las personas necesitaban y poder a través de ahí, trabajar con ellas. “Nos hizo más amena nuestra crianza”, añadió Francisco.

“Todo comenzó muy confuso”

La última actividad que Nayeli realizó con su mamá en público fue la marcha del 8 de marzo. Víctor por otra parte, como subdirector del CAE, comenzó a recibir capacitaciones respecto a la enfermedad por Coronavirus, a pesar de que a inicios de la contingencia se sabía aún muy poco sobre este nuevo virus, “es muy difícil luchar contra algo con lo que no se sabe a qué te vas a enfrentar”, mencionó Nayeli.

“Fue un momento de crisis muy fuerte. Yo como trabajadora de la salud y como hija de un trabajador activo, de la salud fue el sentarnos y decir ¿qué se hace? ¿qué hacemos?” expresó la hija.

Francisca, debido a sus comorbilidades se resguardo del virus fuera de Xalapa, yéndose a su comunidad y Víctor, por otra parte, decidió hacerle frente a la pandemia desde el Hospital, siendo muy ordenado y siguiendo todo el protocolo de sanidad que se había estipulado dentro del nosocomio.

A principios de mayo, Nayeli recuerda una noche en que su papá le hace mención de la guardia más triste que había tenido durante toda su trayectoria como médico, donde vio morir a 8 personas en una sola guardia. Le sorprendió mucho la cantidad, porque el número se potencializó, yo creo que sería por ahí de mayo y junio cuando estallaron terriblemente los números, cuando el CAE se convirtió únicamente en Hospital COVID. Ser testigo de ocho muertes en una noche y tener que decirles a su familia: falleció, falleció, falleció, ha sido de lo más difícil que me ha tocado en toda mi carrera como médico, cuenta, recordando la expresión de su padre.

Fue un momento muy confuso, muy frustrante, así lo recuerdan ambos hijos, “ver gente que no se cuidaba, ver gente que aún se cuestionaba el uso del cubrebocas solo porque era incómodo, gente que se enojaba porque cerraban plazas, porque les cancelaban fiestas; mientras en el hospital había personas que se estaban muriendo, gente que sus intereses eran totalmente banales”, relató Nayeli.

Mientras la gente seguía sin acatar las reglas, el personal de salud intentaba defender la vida. Los médicos de primera línea y el personal de salud, quienes son los grandes héroes dentro de la pandemia, salieron a enfrentarse con algo que aún no se conoce del todo.

“Al preguntarle a los médicos por qué pasó esto, la respuesta fue: aún no lo sabemos, tal vez en dos o tres años, lo sepamos, pero en este momento estamos trabajando con lo que sabemos”, menciona Nayeli.

“Fue un momento de mucho caos social y también personal, porque el mayor miedo de mi papá era contagiar a algún familiar más que contagiarse él, el ser un medio de transporte del virus, añadió.

Fue así como Víctor contrajo COVID-19. Sin embargo se cree que debido al historial clínico que el contagio no fue hospitalario, se piensa que fue muy posiblemente por fuera, por alguien que no tuvo el suficiente cuidado.

“En este momento ya no sirve de mucho saberlo, lo que sí tenemos claro es que muy probablemente fue un contagio extra hospitalario”, expresó su hija.

“El personal de salud está haciendo lo que puede con lo que tiene”, comentan los hermanos, así como todos nosotros tenemos miedo, ellos también lo tienen. Mi papá se privó de poder convivir con mi sobrina, su única nieta, cuando comenzaba la pandemia”, añade Nayeli.

Víctor fue el cuarto de cinco médicos abatidos por el SARS-CoV-2 del Hospital de Alta Especialidad en Xalapa. Sus hijos hacen mención de la impresión que causó en su padre el ver a sus compañeros enfermarse.

Con lágrimas en los ojos, Nayeli menciona: “eran médicos con los que nosotros convivíamos, eran familia también y que murieron y que unos están ahora hospitalizados muy graves, y uno se pregunta ¿cómo?”.

“Somos el país con el mayor número de muertes en personal de salud”

De acuerdo al reporte semanal del IMSS que brinda el estatus de contagio por COVID-19 del personal médico y de enfermería del instituto, al corte del día lunes 11 de octubre, se contabilizaron 26 mil 399 casos positivos entre su personal.

“Algo estamos haciendo mal. Creo que algo está fallando en la política pública respecto a la atención a la pandemia, no puede ser que somos el primer lugar con más personal de salud que enferma y muere”, expresó Nayeli.

Frustración, preocupación y dolor son los sentimientos predominantes en Paquita y Víctor al ver que la gente no se cuidaba mientras sus colegas se enfermaban.

“Nosotros comenzamos con síntomas un viernes”

Nayeli, Víctor y Paquita, los tres profesionistas de la salud, los tres contagiados por COVID-19. “Empezamos el tratamiento un lunes. Desde el viernes estábamos totalmente aislados”, cuenta Nayeli. “Por el problema cardíaco de mi mamá, sus síntomas se agravaron. Ella no quería hospitalizarse, sin embargo fue la primera. Conseguir oxigeno era una misión imposible”, añadió.

Víctor ingresó con un muy buen pronóstico, según relatan sus hijos. Sin embargo falleció un 8 de septiembre del 2020 a causa del Coronavirus. “El 17 de septiembre cumpliría 61 años, ya no los cumplió”. Comentan que la primera semana que el doctor ingresó al hospital como positivo a COVID, todo estuvo muy bien y fue mejorando, pero esta enfermedad es traidora y empezó a afectar sus riñones, ambos fueron entubados un miércoles”.

“La primera semana mi papá estuvo muy bien, pero cuando la inflamación saturó los pulmones, comenzó a afectar sus riñones. Él no tenía antecedentes de enfermedad renal, nunca había tenido problemas renales, incluso al llegar le hicieron una tomografía general. Preguntamos si había indicios de que tal vez en algún momento tendría una enfermedad renal y la respuesta fue que no; sus riñones estaban bien. Lo tuvieron que dializar, no funcionó. Tuvieron que hacerle un tipo de diálisis especial, tampoco funcionó. Ttuvo un infarto, no tenía historia de enfermedad cardíaca personal ni familiar; no había historias de cardiopatías. Él se hacía exámenes generales cada 6 meses. Ya nos habían dicho que la función renal era cero, que tendría que estar siendo dializado de por vida, pero tenían que resolver la función cardiaca. Se infartó un 8 de septiembre por la mañana”, recuerdan los hermanos Rivera.

Al avanzar la enfermedad a gran velocidad, el doctor Víctor comenzó a presentar falla multiorgánica. Sus colegas, quienes estaban al pendiente de él y en quienes sus hijos confiaron plenamente, no sabían a ciencia cierta qué era lo que ocurría.

“Preguntamos que por qué y la respuesta fue muy honesta: ‘No lo sabemos aún’. Realmente estoy muy orgullosa y muy tranquila porque no estaban siendo atendidos solamente por profesionales de la salud como lo son en el CAE, sino también por amigos, por personas en quien ellos confiaban completamente y que nosotros confiamos aún. Si esto volviera a pasar los volvería a llevar al CAE, con las mismas personas, para que los volvieran a atender”, expresó su hija.

“Nos despedimos de él un 26 de agosto”

La Unidad de Cuidados Intensivos del CAE elaboró un sistema de video-llamadas para brindar tranquilidad a pacientes y familiares. Cuando el enfermo se encuentra en condiciones se realiza una video-llamada con familiares para aminorar un poco la ansiedad que se siente al tener a un ser querido, hospitalizado y aislado.

“Con él la tuvimos un 26 de agosto. Nos dijo que se sentía muy bien, que estaba mejorando, que se sentía muy cómodo. Nos encargó a los perros y que sentía que todo saldría bien. La expectativa era muy buena. En unos día dio el vuelco completamente, cuando mi papá fallece, mi mamá comienza a mejorar”, relata Nayeli.

Paquita era diabética, hipertensa, tenía una cirugía de cardio. Sin embargo, contra todo pronóstico, comienza a mejorar. “A través de video-llamadas estábamos en contacto con ella. Le tuvimos que informar lo que había pasado con mi papá, a pesar de que temíamos mucho a que eso le diera para bajo y le fuera a afectar, afortunadamente fuimos asesorados por el personal de salud quien nos recomendó hacerlo”, expresa su hija.

Francisca seguía mejorando, sin embargo un día comenzó a sangrar por la traqueostomía sin razón aparente. Una de las etapas de la enfermedad es la coagulación, “mi mamá de por sí, tomaba un medicamento anticoagulante por su corazón. Ella estaba doblemente anticoagulada, por COVID y por su patología, aún así su cuerpo producía coágulos, algo que ni los médicos ni nosotros nos podíamos explicar”, añadió Nayeli.

Paquita estuvo en sedación profunda por cuatro días para proteger su cuerpo, aparentemente todo mejoraba, su corazón, sus riñones, pero tenían que esperar a que despertara para poder medir su respuesta neurológica. Al retirar el sedante, ella no reacciona de la manera esperada, ella no vuelve en sí. Al contrario, sus órganos comenzaron a fallar. “Nos dieron el diagnostico de falla anóxica dispersa, algo así”, comentó su hijo Francisco.

La decisión más difícil

Los médicos le diagnosticaron a Paquita la antesala a una muerte cerebral, lo que haría que al dejar de funcionar su cerebro de manera correcta el resto de sus órganos paulatinamente irían fallando. “¿Cómo es que hablábamos de un alta, de que todo estaría bien y de repente todo empeoró. La respuesta de los médicos fue: ‘No lo sabemos, aún estamos aprendiendo de esto’. No había forma de prevenirlo ni de saberlo”.

“El día que mi mamá se puso muy mal y que nos dijeron que ya no había nada más qué hacer, la movieron de lugar. La bajaron de UCI porque ya no tenía caso que estuviera ahí. Ya no había tratamiento, ya no había mejora, solamente iba a haber deterioro. Entonces la bajaron a un aislado y nos permitieron entrar con todas las medidas de sanidad y el compromiso de no movernos de ahí”.

“Los médicos fueron muy claros: podía estar horas, días o meses así, lo que su cuerpo resistiera, pero su mente ya no iba a volver. Pudimos tomarla de la mano, pudimos despedirnos. Eso empezó como a las 8:30 de la noche y a la una de la madrugada ella falleció. Volvió a caer en paro y nos preguntaron en ese momento que necesitaban nuestra autorización para reanimarla, pero ella nos dijo en vida que si alguna vez caía en paro que no la reanimáramos. No respetamos esa indicación la primera vez que sucedió, pero esta segunda vez que cayó en paro, que ya estaba muy deteriorada, nosotros decidimos que ya no. Es una decisión terriblemente difícil, espero que nadie tenga que tomar una decisión así”, relató Nayeli, con un nudo en la garganta.

“Siempre fueron claros con nosotros y en general en el CAE siempre son claros con la gente que está internada. Nosotros veíamos a especialistas de 25 años de carrera, que toda su vida la han dedicado a la Medicina, que han visto casos de todo lo que te puedas imaginar, confundidos y sin entender qué es lo que pasa con esta enfermedad”, relata Francisco.

“Lo que podemos decir y reiteramos, es que estamos muy agradecidos con todo el personal del CAE, desde el Director hasta la persona que limpia los pisos porque todos están haciendo un esfuerzo increíble, sobrehumano. Con mis papás no se pudo, sus cuerpos no resistieron. Los separó un mes y una hora y media de diferencia de muerte. Ahora al pensar en retrospectiva, ambos iban a quedar con secuelas muy complejas y no era la calidad de vida que a ellos quisieran”, concluyeron los hermanos Rivera Herrera.

Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fund por cientohttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund