El Documento de políticas: “La COVID-19 en un mundo urbano”, elaborado por la Organización de Naciones (ONU), señala la urgencia de replantear y transformar las ciudades para responder a la realidad de la COVID-19 y posibles pandemias futuras, además de para convertirlas en espacios resilientes, inclusivos, ecológicos y sostenibles desde el punto de vista económico.
Las ciudades disponen de todo lo necesario para gestionar la crisis sin perder un ápice del carácter dinámico, resiliente e innovador que tanto atrae a las personas. Para ello, se deberá recurrir, de manera consciente a políticas que tomen en cuenta las desigualdades, la capacidad local y la recuperación ecológica e inclusiva, explica.
El informe plantea que el arraigo de las desigualdades, lo que incluye la zona de la ciudad donde vive y trabaja una persona, así como su género y edad, puede agravar los efectos de la pandemia en grupos de por sí vulnerables. “Algunos datos indican que puede ser más difícil hacer frente a la COVID-19 en zonas urbanas con altos niveles de delincuencia y violencia, escasez de infraestructuras y viviendas o una gobernanza local débil, donde los trabajadores de primera línea no cuentan con medios o recursos suficientes”.
“Para poder cumplir con seguridad las directrices de distanciamiento físico e higiene relacionadas con el Coronavirus, todos deberían tener acceso a una vivienda adecuada. Sin embargo, la crisis de la vivienda urbana que se observa en todo el mundo obliga a unos mil millones de personas, o un 24% de la población urbana mundial, a residir en barrios marginales y asentamientos informales, lo que empeora los efectos de la pandemia”.
Otra circunstancia a tener en cuenta es que el número de usuarios y el volumen de ingresos de la red de transporte público se han desplomado en todo el mundo por el COVID-19, lo que ha obligado a recortar los servicios. De no detenerse y revertirse esta tendencia, el descenso del número de usuarios podría poner en peligro la transición a un servicio seguro y sostenible para todos, obstaculizando a su vez las iniciativas para hacer frente al cambio climático y la contaminación del aire.
Los especialistas de la ONU consideran que la pandemia ha agravado las desigualdades existentes y las divisiones más acusadas se aprecian en las urbes y sin unas ciudades y un desarrollo urbano inclusivos, los desastres y problemas que surjan en el futuro podrían tener consecuencias tan serias como las que vivimos actualmente o más graves aún.
“Si en las ciudades sigue habiendo divisiones tan marcadas en cuanto a niveles de ingresos, acceso a los servicios, raza y situación migratoria, cada vez será más difícil no dejar a nadie atrás. Invertir en ciudades inclusivas es invertir en naciones inclusivas. Si queremos estar mejor preparados para afrontar desastres y crisis en el futuro y poder prosperar, debemos reducir las desigualdades urbanas”.
El documento considera que, para gestionar los efectos de la contingencia, se deben fomentar los cambios de conducta y aplicar soluciones basadas en la tecnología, e incluso seguir haciéndolo cuando termine la crisis actual, derivado de que posibilidades que ofrece la digitalización en los ámbitos de la gobernanza, el comercio, el trabajo y los sectores económicos claves, como el manufacturero, son inmensas.
La crisis sanitaria ha acelerado los avances tecnológicos y ha hecho que sea imprescindible aplicar soluciones e innovaciones en este ámbito para planificar, gestionar y dirigir las ciudades y las infraestructuras urbanas pero todavía se deben solucionar las desigualdades digitales dentro de las ciudades y entre ellas, indica.
“Podemos reconstruir nuestras ciudades tomando pasos importantes. En primer lugar, luchando contra las desigualdades y los déficits de desarrollo. En segundo lugar, fortaleciendo la capacidad de los agentes locales, especialmente de las autoridades locales. Y en tercer lugar, fomentando una recuperación económica resiliente, inclusiva y ecológica”.
“Si lo hacemos bien, la respuesta a esta crisis urbana puede desembocar en una revolución y una reordenación colectiva de las prioridades de las ciudades en todo el mundo, reorientándolas hacia la diversidad, la inclusión, el trabajo sostenible, la innovación, la sostenibilidad ambiental, los sistemas con perspectiva de género y la creación de comunidades unidas en los espacios urbanos que todos compartimos”.
En ese sentido, el investigador de la Universidad Estatal de Colorado y colaborador de ISGlobal, David Rojas, propone las siguientes intervenciones pensadas para ser puestas en marcha durante la pandemia:
Ampliar la anchura, la longitud y la conectividad de las aceras y carriles bici para apoyar el distanciamiento físico y la seguridad vial; promover los trayectos a pie o en bicicleta; establecer corredores y horarios de peatones y ciclistas para poblaciones vulnerables (por ejemplo, personas mayores e inmunodeprimidas), y aprovechar las propuestas existentes de infraestructura peatonal y ciclista para guiar su expansión.
Poner en funcionamiento ciclovías recreativas (para ir en bici, caminar, correr…) que cumplan con las recomendaciones de distanciamiento físico y se eviten aglomeraciones.
También adecuar parques y espacios públicos para que se pueda mantener el distanciamiento físico; expandir los espacios públicos que sean pequeños; hacer cumplir el distanciamiento físico; ampliar las zonas de estacionamiento de bicicletas y scooters; establecer horarios para las personas vulnerables, y evitar aglomeraciones, informando y organizando las visitas con horarios.
Asimismo, señala la necesidad de adaptar los semáforos, cambiando aquellos que requieran apretar algún botón por semáforos automáticos, ajustar sus tiempos para favorecer a peatones y ciclista; incorporar las recomendaciones de quedarse en casa y del distanciamiento físico en las pantallas y señales de tráfico, y reducir los límites de velocidad en la ciudad.
Rojas propone adecuar el transporte público, aplicando protocolos de limpieza estrictos y apoyar la ventilación eficiente en vehículos y estaciones; permitir que se pueda subir a los autobuses por la puerta trasera; suspender el cobro de tarifas en persona para evitar la interacción con los conductores de autobús; distribuir mascarillas, gafas protectoras, guantes y desinfectante a conductores y pasajeros; limitar la interacción pasajero-conductor; dejar una fila de separación entre asientos e instalar barreras físicas, como los protectores contra estornudos; establecer horarios para poblaciones vulnerables y servicios de apoyo para trabajadores esenciales; promover el uso compartido de bicicletas y desalentar los viajes compartidos (carpool, vanpool).
A su vez, considera que se debe concentrar el transporte motorizado en pocas calles y crear vialidades libres de coches, y cuando sea posible concentrar el tráfico de vehículos de mercancías en las calles principales y fuera del horario de oficina (a primera hora de la mañana y última de la tarde) para evitar conflictos con otros modos de transporte, ciclistas y peatones.
Se deben designar los establecimientos de bicicletas como servicios esenciales; ampliar las aceras teniendo en cuenta las colas de las tiendas, las nuevas terrazas de los restaurantes y los mercados al aire libre, y establecer zonas de carga y descarga.
En lugares donde solamente es posible acceder a las pruebas de COVID-19 y ciertos servicios de salud en coche, es importante ofrecer un medio de transporte distinto al automóvil para reducir los niveles de contaminación y favorecer la equidad social.
Finalmente, plantea la necesidad de proporcionar y adaptar los servicios y centros de acogida para personas sin hogar de forma que se adecuen al distanciamiento físico y al manejo que exige la COVID-19.
Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fundhttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund