“Es verdad que una tragedia global como la pandemia de Covid-19 despertó durante un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos”, así lo asegura el Papa Francisco en la carta encíclica “Fratelli tutti”, Sobre la fraternidad y la amistad social, presentada este domingo en la ciudad del Vaticano.
En el apartado “Las pandemias y otros flagelos de la historia”, el jerarca católico señala que “la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades (…) Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.
El documento pontificio fue firmado el 3 de octubre junto a la tumba de san Francisco en Asís, Italia, una ciudad de la provincia de Perugia en la región de Umbría, famosa por la vida de Giovanni di Pietro Bernardone, el hijo de un rico comerciante que eligió la pobreza como su modo de vida, para reparar la iglesia católica.
En el octavo año de su pontificado, el Papa Francisco escribe este documento inspirado en el santo de Asís “porque san Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos”, indica el pontífice argentino en la carta que puede leerse íntegra en la siguiente liga:
http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html
Ahí, en los numerales 32 al 36 hace una reflexión específica sobre las pandemias y los flagelos de la humanidad. Dice que “el mundo avanzaba de manera implacable hacia una economía que, utilizando los avances tecnológicos, procuraba reducir los ‘costos humanos’, y algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera asegurado”.
“Pero el golpe duro e inesperado de esta pandemia fuera de control obligó por la fuerza a volver a pensar en los seres humanos, en todos, más que en el beneficio de algunos. Hoy podemos reconocer que ‘nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad”.
“El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia”, indica el obispo de Roma.
“Si todo está conectado, es difícil pensar que este desastre mundial no tenga relación con nuestro modo de enfrentar la realidad, pretendiendo ser señores absolutos de la propia vida y de todo lo que existe. No quiero decir que se trata de una suerte de castigo divino. Tampoco bastaría afirmar que el daño causado a la naturaleza termina cobrándose nuestros atropellos. Es la realidad misma que gime y se rebela”.
“Pero olvidamos rápidamente las lecciones de la historia, ‘maestra de vida’. Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén ‘los otros’, sino sólo un ‘nosotros’”, expone el Papa argentino.
“Ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender. Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año”.
“Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado”.
En el numeral 36 asienta que “si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío”.
“Además, no se debería ignorar ingenuamente que ‘la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca’. El ‘sálvese quien pueda’ se traducirá rápidamente en el ‘todos contra todos’, y eso será peor que una pandemia”, asevera.
La encíclica “Fratelli tutti”, explica el Papa, fue motivada especialmente por san Francisco de Asís, pero también, añade, por otros personajes que no son católicos como Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más.
“Pero quiero terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos. Se trata del beato Carlos de Foucauld”.
“Él fue orientando su sueño de una entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano. En ese contexto expresaba sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano, y pedía a un amigo: ‘Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos’. Quería ser, en definitiva, ‘el hermano universal’. Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos. Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén”.
En la presentación del pasado domingo en la ciudad del Vaticano participaron
el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso, el Juez Mohamed Mahmoud Abdel Salam, Secretario General del Comité Superior para la Fraternidad Humana, la profesora Anna Rowlands, profesora de Catholic Social Thought & Practice en la Universidad de Durham, Reino Unido, y el profesor Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y profesor de Historia Contemporánea.
En la extensa carta el Papa Francisco plantea, entre otros temas, que los problemas globales requieren una acción global, no a la “cultura de los muros”. Señala que el amor construye puentes y pone como ejemplo el del buen samaritano
Además, indica que los derechos no tienen fronteras, es necesaria la ética en las relaciones internacionales. Sobre los migrantes plantea una gobernanza mundial para proyectos a largo plazo y dice que la política es una de las formas más preciosas de la caridad.
Además, plantea que el mercado por sí solo no lo resuelve todo y que es necesaria la reforma de la ONU.
Expone de una manera muy intimista y profunda sobre lo que él llama “El milagro de la bondad”, así como “El arte de la paz y la importancia del perdón” y dedica un buen tramo de la reflexión a la guerra como “el fracaso de la humanidad.
En reflexión aparte aborda el tema de la pena de muerte: “es inadmisible, debería abolirse en todo el mundo” y señala que es derecho fundamental garantizar la libertad religiosa.
Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fundhttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund