La adversidad asociada con las consecuencias socioeconómicas de la emergencia sanitaria, el miedo al virus y su propagación, así como las preocupaciones asociadas, tienen un impacto indudable en la salud mental de la población, refiere la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el documento COVID-19: intervenciones recomendadas en Salud mental y apoyo psicosocial (SMAPS) durante la pandemia.

El miedo, la tristeza, la ansiedad y la preocupación pueden ser reacciones consideradas comunes y comprensibles, pero en una pequeña proporción de la población pueden llegar a prolongarse y tornarse más graves e incapacitantes, lo que conduce a un aumento de los trastornos mentales entre adultos y niños, asegura.

Para la OPS, la prioridad es salvar vidas, fortalecer las medidas de salud pública, de higiene y saneamiento; sin embargo, “las necesidades emocionales de las personas requieren atención o, de lo contrario, esto puede resultar en una epidemia silenciosa, causando graves daños a las personas, a la sociedad y a la economía”.

Derivado de lo anterior, el escrito preparado por la Unidad de Salud Mental y Uso de Sustancias, en colaboración con el equipo regional de respuesta de emergencias de Salud Mental y Apoyo Psicosocial, señala que para atender este problema es necesaria la coordinación intersectorial para asegurar la optimización de los recursos, y evitar duplicidad de acciones, incluyendo la coordinación entre el ámbito público y privado. Entre los sectores implicados se encuentran fundamentalmente: salud, protección social, educación, derechos humanos, organización comunitaria, recursos humanos, seguridad alimentaria y agua y saneamiento.

“Las intervenciones deben ser acordes con las necesidades concretas identificadas de los distintos grupos de personas en un contexto determinado y en el marco de las etapas de progresión de la COVID-19; hay que realizar una evaluación rápida de daños y análisis de necesidades en salud mental y apoyo psicosocial, incluida la identificación y mapeo de recursos disponibles, servicios preexistentes y actores clave, y se debe asegurar que la preparación y las actividades de respuesta son monitoreadas y evaluadas con el fin de mejorar la efectividad”.

En ese sentido, indica que se deben priorizar las necesidades de los grupos más vulnerables: adultos mayores, niños y adolescentes, personas discriminadas por cuestión de género y etnia, migrantes, habitantes de la calle, privados de libertad, institucionalizados y ubicados en albergues temporales, y personas con patologías preexistentes y crónicas.

También es fundamental garantizar la continuidad de tratamiento para las personas con trastornos preexistentes mentales, neurológicos y por uso de sustancias, refiere. “En virtud de la particularidad de la pandemia, son necesarias adaptaciones de las intervenciones de salud mental y apoyo psicosocial a medios remotos o a distancia (internet: redes de comunicación interconectada, telefonía, aplicaciones de teléfonos inteligentes, radios comunitarias).

Asimismo, dice que es fundamental que el personal de asistencia directa y el de salud cuenten con los equipos de protección personal para su seguridad y la capacitación necesaria para la optimización de su autocuidado y de su labor, así́ como con el cuidado de su propia salud mental; el principio básico de “no hacer daño” debe ser siempre respetado, y hay que asegurar la transversalización del enfoque de derechos humanos en todas las intervenciones.

A partir de ahí, la OPS presenta una guía para establecer un sistema de apoyos complementarios por niveles, reconociendo que las personas se ven afectadas en diferente intensidad y por tanto requieren diferentes tipos de apoyo.

En el primer nivel se consideran los aspectos psicosociales relativos a los servicios básicos y la seguridad y se recomienda la comunicación de riesgo y promoción de medidas sobre protección, seguridad, información, respuesta a las necesidades básicas y consideraciones psicosociales.

En el segundo nivel está el fortalecimiento de los mecanismos de apoyo comunitarios y familiares: Primera ayuda psicológica (PAP) adaptada a la COVID-19 por parte de actores comunitarios; apoyo mutuo y otras estrategias psicosociales comunitarias, e información y recomendaciones para grupos vulnerables o identificados en riesgo.

El tercer nivel hace referencia a los mecanismos de apoyos no especializados focalizados y propone atención sanitaria remota o presencial desde el primer nivel a partir de estrategias de intervención humanitaria para superar las brechas en salud mental, así como dar la primera ayuda psicológica adaptada a la COVID-19 por parte de profesionales de la salud de forma presencial o a distancia.

En el cuarto y último nivel se encuentran los servicios especializados de salud mental, que deben impartir atención a distancia de psiquiatría, psicología o consejería; dar atención de urgencia presencial, y continuar los tratamientos preexistentes.


Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fundhttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund