Durante la charla “El buen dormir vs el home office”, el responsable de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Rafael Santana Miranda, explicó que durante la pandemia se han exacerbado los trastornos del sueño, en parte porque se produjo un incremento en los niveles de ansiedad y los síntomas depresivos.
Explicó que, previo a la contingencia por COVID-19, el buen dormir en la sociedad mexicana ya tenía bastantes carencias y al presentarse esta crisis, la situación empeoró. “Para algunas personas, el tener más tiempo de estar en cama ha hecho que estén durmiendo peor”.
“Por naturaleza, estamos diseñados para dormir de noche y estímulos como la luz y la obscuridad nos ayudan a regular los ritmos del sueño; por ello, el constante uso de los dispositivos electrónicos que emanan luz, el cual se ha incrementado durante la pandemia, está afectando el dormir de prácticamente todos los grupos de edad y las generaciones más jóvenes son las más afectadas”.
En los niños, un mal dormir puede generar déficit de atención e hiperactividad, por lo que se sugiere que tres horas antes del momento de acostarse ya no estén en contacto con dispositivos electrónicos, mientras que en los adultos este periodo es de dos horas, especificó.
Asimismo, dijo que durante este periodo de confinamiento, claramente hay un abuso en la utilización de los dispositivos electrónicos por nuestra necesidad de socializar. Estudios muestran que las redes sociales se convierten en una combinación terrible, la cual provoca que empecemos a sufrir lo que se conoce como jet lag social y todavía no se saben los efectos que a la larga provocará esta situación.
El especialista indicó que, de acuerdo con datos obtenidos previos a la pandemia, el insomnio afecta principalmente a la población en edad productiva y particularmente a las mujeres. Esta afectación frecuente está asociada a trastornos mentales: ansiedad y depresión. A su vez, este confinamiento ha impactado en los adultos jóvenes y en edad productiva, aumentando sus niveles de ansiedad y los síntomas depresivos, cambios en la percepción del dolor y en las poblaciones vulnerables acrecienta el riesgo de suicidio, así como el insomnio.
Hay que considerar que el confinamiento ha tenido un impacto social terrible y además puede involucrar diferentes estresores, el miedo de contagiarnos y perder la vida por contraer COVID, perder el trabajo o el incremento de conflictos de pareja, los cuales pueden desencadenar problemas de sueño, aseguró.
A su vez, explicó que idealmente las personas que hacen home office se están beneficiando de no tener que estar durante horas en el tránsito y esas horas están siendo aprovechadas para mejorar la calidad de vida, hacer ejercicio, mejorar la preparación de los alimentos y apoyar a la familia, sobre todo aquellos que están en etapa de crianza pero las cosas pueden ser muy complejas en casa.
En home office, consideró, deberíamos tener las horas para trabajar muy delimitadas, cosa que no estamos haciendo porque ya previamente presentábamos problemas con los horarios de trabajo, ya que teníamos turnos prolongados que excedían las deseadas 8 horas diarias de labor.
“Aunque lo ideal es trabajar en un espacio delimitado en la casa, con una silla cómoda, la realidad es que para algunas personas el lugar de trabajo puede llegar a ser muy reducido, tienen que compartirlo con más miembros de la familia y tal vez haya un ambiente terrible para laborar, incluyendo problemas en la dinámica familiar o ruido ambiental, situaciones que evitan que sea placentero trabajar e inclusive disfrutar de nuestro vivir para dormir”.
El doctor Rafael Santana aseguró que esta situación todavía puede hacerse más compleja cuando entran en función roles asignados culturalmente, donde el género femenino resulta siempre más desprotegido, lo que hace que se tenga una sobrecarga de trabajo, ya que no sólo hacen teletrabajo, sino que tienen que cumplir con todas las labores del hogar y de crianza de los hijos.
Recordó que un adulto en edad productiva debe dormir entre 7 y 9 horas, aunque tenemos individuos que requieren más o menos tiempo de sueño. Previo a la pandemia, el 28.4% de los mexicanos refería dormir menos de 7 horas; el 10.5% de la población consideraba tener una calidad de sueño mala o muy mala; el 31.6% de los hombres y el 41.8% de las mujeres indicaron dificultades para dormir y el 14.3% de los hombres y el 22.8% de las mujeres manifestaron insomnio.
“Lo anterior nos muestra la terrible deuda de nuestra sociedad en el dormir, misma que se ha agravado con la contingencia sanitaria. El estar cansado tiene repercusiones en el aspecto físico y en el rendimiento pero también en el ámbito cognitivo: la atención, concentración y memoria se ven disminuidas y por supuesto la productividad”, reflexionó.
El estado de ánimo también se ve vulnerado, algo que se ha incrementado con esta contingencia. Hay personas que están irritables, poco tolerantes, ansiosas y, por supuesto, se van desarrollando otros trastornos psiquiátricos o se agravan los preexistentes, lo que puede hacer que se desarrolle un trastorno del sueño crónico que cause mayores repercusiones en la calidad de vida.
Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fundhttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund