No vamos a dejar de luchar jamás. Ni las crisis ni las pandemias nos van a detener, porque creemos en el trabajo y no estamos dispuestos a echar a la basura cien años de historia, de tres generaciones al servicio de los veracruzanos. Así, contundente, enfático, emocionado, define el ingeniero industrial en producción, Martín Méndez Soto, la defensa de las familias que viven de El Danubio Azul, una panadería ubicada en Hidalgo 192, del centro de Xico.
De visita en Xalapa, acompañando a productores y prestadores de servicios turísticos, para defender la Villa Iluminada que por tercer año consecutivo enciende el pueblo mágico ubicado a 19 kilómetros de la capital, dice que no es la primera vez que pasan una crisis económica ni enfrentan dificultades para sobrevivir.
“Hemos pasado muchas crisis, hemos pasado situaciones. En una ocasión nos compusieron la calle de Hidalgo y la tuvieron cerrada por seis meses, pero nunca paramos, porque sabemos estar al pie del cañón y luchando, para entregar este negocio a una nueva generación que ya viene pisando fuerte”.
—Entonces El Danubio Azul tiene más de cien años de historia…
“Así es. Cien años de historia no se dicen fácil, por eso no vamos a dejar de luchar, no vamos a echarlos a la basura. Detrás de nosotros estuvieron nuestros padres y nuestros abuelos, nuestros hermanos, el sacrificio de muchos empleados, de cada compañero que se ha convertido en nuestra familia y siempre estaremos luchando para que no les falte el sustento”, expresa.
—¿No le tienen miedo a la pandemia?
“No. Ahorita es eso y mañana serán otras cosas. Eso lo sabemos. Aunque esto dure años, ahorita es esta pandemia y al rato será otra cosa, pero nosotros sabremos salir adelante”, indicó.
Cien años de historia
Martín Méndez Soto cuenta que la historia de El Danubio Azul inició en el municipio de Misantla, Veracruz. Fue el panadero xiqueño Abraham Soto Pozos, “el abuelo”, quien se aventuró a conocer ese pueblo, que tiene fama de buen pan.
“Él se fue a trabajar a Misantla, Veracruz, con la familia Rodríguez Lagunes. A los dos años de trabajar allá conoció bien a la familia y se dio cuenta que había una rubia muy hermosa, que era la abuelita Toribia, Toribia Rodríguez Lagunes. Se casa con ella y entonces la abuelita, ni tarda ni perezosa se trae las recetas de Misantla, Veracruz”.
“Al parecer, añade Martín Méndez, la abuelita Toribia se trajo a Xico las recetas originales, lo que generó mucha molestia de su familia, al grado de que la castigaron, dejándole de hablar por 10 años”.
“Don Abraham y doña Toribia llegaron a Xico, adquirieron un solar muy sencillo. Ahí empezaron, de la forma más rudimentaria, a cocinar pan. Después, con la ayuda de sus vecinos aprenden a hacer dulces, dulces de chilacayotes, cocadas. Conforme va pasando el tiempo aumentan el número de productos y la abuelita Toribia desarrolla unos esquimos muy ricos, de toda suerte de sabores que a la gente le quedó grabado el sabor de esos años”.
“Al fallecer don Abraham Soto Pozos la abuelita Toribia se queda sola, con seis hijos. El mayor era Rubén Soto Rodríguez y la menor, la tía Dina, una religiosa, la cual tiene actualmente 80 años. La abuela sigue adelante y Rubén Soto se convierte en el padre de todos”.
“Le echan muchas ganas al negocio, desarrollando productos, siempre buscando alternativas. El tío ponía hasta cine en la casa. Vendían dulces, pan, helados y toda suerte de bocadillos de repostería. Ellos están hasta 1963, cuando todos llegan de forma general a una edad casadera”.
“Entonces el hermano mayor que había sido prácticamente el padre de mis tías y de mi mamá, dijo que le negocio habría que venderlo entre nosotros mismos. Así, preguntan quién de todos los hermanos era el más valiente, porque tenía que repartir 10 mil pesos oro a cada uno de los integrantes”.
“Los valientes fueron mi mamá Mercedes Soto Rodríguez y mi papá Manuel Méndez Gómez y lo hacen ante Notario y es como de alguna manera ellos le dan continuación al negocio de 1963 a 1990”.
“Yo soy el último y el que menos apuntaba para esa misión, pero llegado el momento cada quien se fue casando y tomando sus caminos. Entonces mi papá me ordenó que yo tenía que continuar con la administración. No lo quise, no me quiero encerrar, le dije. No, es que no te pregunté, te lo estoy ordenando, me contestó”.
Martín Méndez Soto dice que se formó en el negocio entre 1970 y 1990, tiempo en el que fue realizando sus estudios. “En la Primaria aprendí determinadas cosas, determinados productos, en la Secundaria aprendí otros productos y mis responsabilidades aumentaron, y en el Bachillerato igual aumentaron mis responsabilidades, mis obligaciones, igual mi aplicación al negocio, y termino la carrera, más o menos en 1987, me fui a hacer un posgrado a Querétaro en diseño de plantas industriales, estuve en la Universidad Iberoamericana y mi padre me dijo que me necesitaba acá en Xico”.
“Regresé en 1988 y mi padre se enfermó y falleció en 1990. Así, el 1 de enero de 1990 entré de lleno, al frente de El Danubio Azul, luego de que me presentara con todas sus relaciones, con sus proveedores, las instituciones, las dependencias. Desde 1990 y hasta la fecha aquí estoy sirviendo a los veracruzanos”.
“Aquí estamos, siempre tratando de hacer de la mejor calidad nuestros productos y llevar los mejores sabores a quien nos conoce. Aquí estamos presentes e invitamos a todos a que nos visiten, para constatarlo y pues siempre agradecer la lealtad de nuestros clientes, que gracias a ellos nos debemos la existencia del Danubio Azul para ustedes”, comentó.
Martín Méndez Soto insiste en que a pesar de la pandemia por el COVID-19, en El Danubio Azul están al pie del cañón y que seguirán luchando para salir adelante.
Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fundhttps://newsinitiative.withgoogle.com/journalism-emergency-relief-fund