De acuerdo con el Informe macroeconómico de “América Latina y el Caribe 2021. Oportunidades para un mayor crecimiento sostenible tras la pandemia”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el COVID-19 ha costado cientos de miles de vidas en la región, ha destruido algunos modos de sustento y es la causa de que el Producto Interno Bruto (PIB) disminuyera un 7.4 por ciento en 2020, la mayor pérdida en un solo año para la región desde al menos 1821.

“La singularidad de esta crisis es que, para desacelerar la propagación del virus, los gobiernos se vieron obligados a restringir severamente la movilidad de las personas y cerraron deliberadamente grandes sectores de sus economías. Por consiguiente, el comercio se colapsó, los flujos de capital se secaron, y los precios de las materias primas se hundieron. Todos estos factores tuvieron consecuencias en América Latina y el Caribe”.

El documento coordinado por Eduardo Cavallo y Andrew Powell señala que los mercados laborales sufrieron un fuerte impacto debido a los shocks externos y a los confinamientos internos; se estima que entre febrero y octubre de 2020 se perdió un total de 10 por ciento de los empleos, una cifra que disminuyó al 7 por ciento en febrero de 2021 a medida que la actividad económica comenzaba a recuperarse, lo que significa una pérdida de 26 millones de empleos en 12 países en el período inicial.

“En cuanto a la pobreza, las proyecciones auguran un aumento del 12.1 por ciento al 14.6 por ciento de la pobreza extrema, mientras que se espera que la pobreza moderada se amplíe del 11.7 por ciento al 14.6 por ciento. Sólo una fuerte recuperación permitiría que estas tasas disminuyeran significativamente”.

Además, refiere que los déficits fiscales totales aumentaron en promedio un 5.3 por ciento del PIB, del 3.0 por ciento en 2019 al 8.3 por ciento en 2020. A su vez, se estima que la deuda pública aumentó del 58 por ciento en 2019 al 72 por ciento del PIB en 2020, y en un escenario central seguirá aumentando hasta llegar al 76 por ciento hacia 2023. En las economías dependientes del turismo, se estima que la deuda aumentó del 63 por ciento en 2019 al 80 por ciento del PIB en 2020, y en un escenario central podría aumentar hasta el 87 por ciento del PIB hacia 2023.

Por su parte, el informe prevé que el crecimiento en la zona en 2021 será del 4.1 por ciento, y que en los años siguientes éste retornará a su tasa tendencial de cerca de 2.5 por ciento al año. “Esta recuperación supone que los países siguen abriendo sus economías, que las campañas de vacunación se desarrollan sin demoras, y que las economías avanzadas logran una inmunidad generalizada ante el virus en el segundo trimestre de 2021, seguidos de América Latina y el Caribe en la segunda mitad del año”.

Sin embargo, también considera un escenario negativo basado en un crecimiento menor en Estados Unidos y Europa, con nuevos brotes del virus o nuevas mutaciones, y con un despliegue más lento de la vacunación, lo que ralentizaría el crecimiento a solamente el 0.8 por ciento en 2021 para un grupo de países, volviendo a caer a –1.1 por ciento en 2022, antes de recuperarse hasta un 1.8 por ciento en 2023.

Ante este panorama, para impulsar la recuperación y aumentar el crecimiento a mediano plazo, el informe del BID considera que se requieren ciertas reformas que están pendientes.

“Los países con impuestos altos y un gasto público elevado se beneficiarían de una mayor eficiencia en los impuestos y en el gasto. Una mejor focalización de los programas sociales de transferencias, la equiparación de los salarios públicos con el sector privado, y una mejora de las políticas de adquisiciones y contrataciones públicas generaría ahorros de hasta el 4.4 por ciento del PIB al año en promedio, y en algunos países incluso más”.

Por su parte, especifica, los países con bajos impuestos tienen opciones para aumentar la recaudación sin sacrificar el crecimiento. “Los mayores ingresos fiscales y los ahorros en el gasto deberían asignarse a proyectos de inversión bien seleccionados con altos beneficios sociales y para el crecimiento debido a los problemas fiscales y a los altos niveles de deuda, la mejora de las instituciones fiscales debería ser una prioridad de las políticas públicas”.

Además, los especialistas exponen que, tras la pandemia, a los países les convendría reconstruir los amortiguadores fiscales, limitar la dolarización, y asegurar amplias reservas para reducir la volatilidad de los flujos de capitales y preservar el acceso fluido a los mercados.

“También deberían aprovechar las oportunidades para reducir el pago de intereses de la deuda dadas las bajas tasas de interés. Las instituciones financieras internacionales han aumentado sus flujos a la región, y flujos adicionales podrían ayudar a los países con más recursos, o contribuir a bajar los pagos de los intereses reemplazando deuda más cara. Estos flujos de financiamiento, más el conocimiento y la experiencia de las financieras, se pueden combinar para diseñar reformas y definir proyectos que impulsen el crecimiento. Aun así, algunos países tendrán que reestructurar la deuda pública con el sector privado (deuda comercial). Si esto se vuelve necesario, será mejor actuar preventivamente y procurar acuerdos rápidos y consensuados”.

El estudio indica que si se da una recuperación fluida, la demanda de liquidez debería disminuir y se podría revertir la expansión de los balances. “Los riesgos de refinanciación deberían ser objeto de un riguroso control. Los responsables de las políticas públicas deberían respetar y mantener la independencia de los bancos centrales, mientras que éstos a su vez deben resistir la tentación de asumir el riesgo del crédito privado, o proporcionar financiamiento monetario al déficit fiscal de manera prolongada”.

Trabajo realizado con el apoyo de: Journalism Emergency Relief Fund
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